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'Nos arriesgaremos'

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La foto muestra un mapa en la Casa del Migrante que indica los lugares donde varios migrantes han perdido la vida en el desierto de Arizona en su intento por internarse a EEUU.

SONOYTA, MÉXICO —

Marvin Daniel Flores no presta atención a las noticias que suenan en una radio en un campamento de inmigrantes improvisado en las afueras de esta ciudad del desierto mexicano, cerca de la frontera con Arizona. No le importan.

Le llevó seis semanas viajar aquí desde Tegucigalpa, atravesando México encima de un tren de carga que llaman La Bestia. En el camino, se quedó varado en la violenta región petrolera de México y en la megalópolis de la Ciudad de México.

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"Te da hambre y frío, duermes en la calle", dijo mientras su voz se apagaba.

Flores es poco consciente de que el presidente Donald Trump trata de cerrar las vías para los solicitantes de asilo y del cambio propuesto por el presidente que fue anunciado el jueves pasado para favorecer a los inmigrantes educados y altamente calificados y para acelerar la deportación quienes que se quedan una vez vencidas sus visas.

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Un día antes, Henry, un padre que condujo a su esposa y sus dos hijos de 3 y 6 años de Tegucigalpa a Nogales, declaró que la familia estaba al tanto del deseo de la administración de Trump de separar a las familias y de intensificar la aplicación de la ley. Pero Henry, deportado en 2005 y 2006, estaba resuelto a seguir con sus planes de buscar asilo.

"Nos arriesgaremos", reveló.

En Sonoyta, Flores reveló pocos detalles, pero esperaba unirse a un hermano que ya estaba en EEUU. No le preocupa encontrar trabajo de construcción, confía en que su musculatura y su disposición para trabajar largas horas serán suficientes. Huyendo de las pandillas violentas y de las escasas oportunidades económicas, señala que el último peldaño es encontrar un buen lugar para comenzar de nuevo en EEUU.

"Nadie sale de su casa para buscar problemas en otro lugar", aseveró, y agregó que, al igual que muchos de los casi 4,000 inmigrantes que han muerto en el desierto de Arizona y sus alrededores, está dispuesto a "poner la vida en juego".

Es una jugada arriesgada. La Patrulla Fronteriza informa que al menos 58 personas murieron en el área desde el 1 de octubre. El conteo real sería mayor, ya que la agencia sólo cuenta aquellos casos en los que la evidencia muestra claramente que la víctima migraba.

Al igual que en gran parte de la frontera, el campamento improvisado llamado Casa del Migrante parece una zona gris. El letrero que se encuentra en el frente dice "Dios bendiga esta casa", pero no está administrada ni afiliada a ningún grupo religioso.

No declara tener apoyo de alguna organización no gubernamental, aunque sí dice que recibe algo de agua y alimentos de un grupo del Buen Samaritano con sede en Arizona. Hay lonas colgadas para hacer dormitorios, todos dentro de un área cercada rematada con el mismo cable de concertina que se ha tendido agresivamente a lo largo de los tramos ya construidos del muro fronterizo durante la administración de Trump.

En el interior de una pared de cartón yeso, cuelga un mapa de Arizona, junto a él, un mapa dibujado a mano que explica cómo hacer el viaje hasta Gila Bend, un trayecto de 80 millas. El mapa muestra rutas llamadas The Narco Trail y Devil's Trail, las cuales terminan ambas en la ciudad de Ajo, Arizona, 40 millas al norte de Sonoyta.

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También hay un aleccionador póster que muestra todas las muertes de aspirantes a migrantes que dice: "¡No vayan! No hay suficiente agua. ¡No vale la pena!".

El cartel muestra grupos de donde murieron los migrantes en el primer, segundo y tercer día de caminata. Las cifras más grandes son entre el segundo y tercer día de caminata en el desierto de Sonora al oeste de Ajo.

Quienes están dispuestos a enfrentar esos riesgos probablemente no se verán disuadidas por un cambio preferencial hacia trabajadores altamente calificados, como propone el presidente.

"Todo aquí es un riesgo, todos aquí se arriesgan", afirmó Arturo Roy Antonio, un afronicaragüense de Puerto Cabeza.

Antonio explicó que él y su hermano querían montar a La Bestia por la experiencia, a pesar de su mala fama por los asaltos, las violaciones y las frecuentes caídas fatales de personas que viajan encima del tren.

"Queríamos disfrutar de la vida", comentó sobre lo que parecería ser "turismo extremo".

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Después de llegar a Mexicali, decidió que no quería ir a EEUU y vive en el campamento improvisado desde hace cuatro meses.

Pelando cacahuetes mientras hablaba, no quiso que lo fotografiaran y no reveló mucho sobre cómo compra el arroz y los frijoles en recipientes que estaban en estantes detrás de él. Indicó que los inmigrantes salían ocasionalmente a pedir donaciones.

El campamento cuenta con literas colocadas unas junto a otras y da la apariencia de que podría dar cabida a familias que viajan juntas. Una mujer en el campamento detalló que un niño que viajaba sólo acababa de ser recogido por su padre, lo que fue noticia para Antonio.

El corpulento nicaragüense confesó que esperaba regresar pronto a Nicaragua, pese a despreciar a su líder, Daniel Ortega.

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"Él quiere ser millonario y los pobres siguen siendo pobres", criticó Antonio.

¿Por qué Sonoyta? La ciudad polvorienta no tiene mucho a su favor, pero se encuentra en una importante encrucijada. La Autopista 2 de México se desvía al oeste aquí hacia Mexicali y Tijuana, grandes ciudades mexicanas en la frontera con California.

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Sonoyta es un punto de escala para grupos que buscan asilo y los lugareños aseguran que no es raro ver autobuses alquilados llenos de gente que busca cruzar la frontera.

El mes pasado, los autobuses llegaron uno tras otro a un sitio ubicado a una distancia similar a la de un campo de fútbol americano de las barreras de bolardos que marcan la frontera de EEUU aproximadamente a 15 millas al oeste de Lukeville, un pequeño cruce fronterizo de Arizona localizado dentro del pintoresco Monumento Nacional Organ Pipe Cactus.

"Somos conscientes de que el área está fuertemente controlada por cárteles", dijo Joe Curran, agente y portavoz de la Patrulla Fronteriza en Tucson, Arizona.

Aunque los autobuses llenos de indocumentados son poco frecuentes en el área de Lukeville, la zona sigue siendo "constantemente activa", indicó Curran, a pesar del clima cálido que se avecina y que representa una temporada alta para las muertes en el desierto.

La Patrulla Fronteriza informó en ese momento que 393 personas cruzaron en el lapso de media hora en busca de asilo, 230 de ellas niños. Fue la cuadragésima ocasión en que grupos de 100 o más personas fueron detenidos en Arizona, informó la Patrulla Fronteriza el mes pasado.


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