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Pandilleros en Chicago merecen una segunda oportunidad y apoyo de su comunidad para lograr reformar sus vidas, dice sacerdote

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Hace 18 meses, después de casi perder la vida por una sobredosis, Jose Echeverría, desesperado por haber “desperdiciado” 25 años de su vida, busco ayuda para salir de las calles. Sin juzgar o cuestionar nada, el sacerdote Greg Boyle le tendió la mano a través Homeboy Industries, un programa de rehabilitación e intervención de pandillas con sede en Los Angeles. Boyle visitó Chicago la semana pasada como parte de una plática organizada por la Arquidiócesis de Chicago con el objetivo de compartir su método para ayudar a los pandilleros a reformar sus vidas.

(Laura Rodriguez)

Desde que tenía 11 años, José Echeverría se involucró en la pandilla de su barrio en Los Angeles, California. La calle, la cárcel, la violencia y las drogas era la única forma de vida que conocía, contó. Echeverría creía que moriría de esa forma.

Hace 18 meses, después de casi perder la vida por una sobredosis, Echeverría, desesperado por haber "desperdiciado" 25 años de su vida, busco ayuda para salir de las calles. Sin juzgar o cuestionar nada, el sacerdote Greg Boyle le tendió la mano a través Homeboy Industries, un programa de rehabilitación e intervención de pandillas con sede en Los Angeles.

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Desde entonces, dijo Echeverría, "por fin vivo", y quiere que otros pandilleros recuerden que "nunca es tarde para buscar ayuda" porque hay gente dispuesta a ayudarles a buscar una salida a la calle y las drogas sin juzgarles.

"Merecen una segunda oportunidad sin ser juzgados por sus actos como pandilleros", dijo Boyle durante su visita a Chicago la semana pasada como parte de una plática organizada por la Arquidiócesis de Chicago con el objetivo de compartir el método de Boyle para ayudar a los pandilleros a reformar sus vidas.

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Boyle dice haber trabajado con miles de pandilleros y exconvictos acogiéndolos y queriéndolos como miembros de la comunidad. Ese es el cimiento con el cual fundó Homeboy Industries en 1988, cuando fue nombrado sacerdote de Dolores Mission Church, localizada en uno los barrios más pobres de East Los Angeles y con la concentración más alta de pandillas.

"Los pandilleros en Chicago y cualquier parte del mundo merecen ser escuchados, aceptados y queridos para que se sientan parte de la comunidad y así fomentar en ellos el hambre de cambiar su vida y hacer el bien por ellos y por los demás", dijo Boyle.

Formar su programa, lograr la aceptación de la gente a su método e invitar a los pandilleros a participar "no fue fácil", recuerda. "Fue un trabajo de años, de mucha paciencia y entendimiento", agregó. El programa ahora sirve a más de 7,000 miembros, ofrece programas de rehabilitación, consejería, terapia, educación y oportunidades de empleo, entre otros.

"Mucha gente pregunta qué deben hacer para lograr que los pandilleros se acerquen a ellos, o acepten su ayuda; pero así no se hace", dijo Boyle. "Se trata de dejar que ellos solos se acerquen a ti por que ven tus intenciones genuinas de realmente aceptarles y quereles. Es entonces cuando ellos te pedirán ayuda".

Boyle criticó la manera en la que las autoridades hacen frente a la pandillas. Dijo que la respuesta para lograr que cese la violencia no es por medio de la represión y el encarcelamiento. "Eso hace que se rebelen y empeoran el problema".

El comportamiento y estilo de vida que eligen los pandilleros van mucho más allá de sólo su voluntad, explicó el sacerdote. "Es un comportamiento desencadenado por trauma, problemas personales, rechazo y muchos otros factores relacionados a su salud mental", dijo Boyle.

"La gente que se olvida que ellos también son humanos y tienen sentimientos", dijo Boyle.

Echeverria creció en una familia disfuncional. Su padre era un alcohólico que golpeaba a su madre constantemente, recuerda. "A veces mis hermanos y yo nos metimos en medio para que dejara de golpearla", contó. "Pero iba y nos golpeaba a todos".

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Contó que él y su hermano gemelo poco a poco prefirieron quedarse en la calle en vez de ir a casa para evitar ver a su padre. Así fue como comenzaron a buscar "amor" en otro lugar.

"Desafortunadamente encontré la distracción a esa tristeza por medio de la pandilla", dijo Echeverría, quien desde hace 18 está limpio de drogas y actualmente curza el programa de rehabilitación en Homeboy Industries. Regresó a casa con su esposa, quien lo ha apoyado en todo momento, e intenta restablecer su relación con sus dos hijas adolescentes.

Su vida, dijo el ex pandillero, está lejos de lo que fue su pasado: robar, asaltar, venganzas pandilleras, armas, drogas y violencia. Su hermano gemelo, Ernesto Echeverría, sigue encarcelado por intento de asesinato, contó, pero está orgulloso de él y su plan es seguir sus pasos una vez fuera.

"A veces no puedo creer las cosas que hacía", dijo Echeverría, quien junto con Boyle, habló de su experiencia frente a un grupo de jóvenes de Chicago.

"Pero sólo necesitaba saber que, a pesar de todo, había gente que quisiera ayudarme, que creyera en mí y que me ayudara a cambiar, y es así como llegué hoy aquí", agregó Echeverría con una sonrisa.
Boyle dijo que tanto la comunidad, como otras organizaciones y hasta pequeños negocios de los vecindarios en Chicago pueden aplicar el método de su programa para poder ayudar a "sanar" a los pandilleros y por lo tanto a su mismo vecindario.

"Ofrecerles un empleo, una mano amiga cuando ellos decidan cambiar, sin cuestionarlos, ya es algo", dijo Boyle.

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@LAURA_N_ROD / Larodriguez@hoyllc.com 


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